vendredi, mai 22, 2009

Jueves

Estoy mirando hacia la puerta
tratando de hacerte aparecer.
Sola en una casa con un belga
al que no le cabió ni un poco
que esté sentada acá.

Miro hacia la puerta.
Ahí va el gato.
De vos, ni noticia.

Empiezo esto cuando me termino el cigarrillo.
Si encuentro la lapicera.

Tengo ganas de tomarme una cerveza.
¿Se la pido?
Ahí viene.
No me animé.

Y el timbre?
Y la monedita contra el vidrio?
Nada.
Me embolo.

Ahora tengo una cerveza
(N. de la E.: venía pensando esa oración desde hacía un rato
pero esperé a tenerla en serio para escribirlo)
me cambió un toque el panorama.

Uy, escucho la llave.
Y no.

Gardel dijo: fumar esperando, bla bla
bla bla bla.

El belga puso música.
Y se fué.


Me dijiste que estás a la vuelta.
Y tengo la determinación
de terminar esto
sólo cuando llegues.
Ya?
No.
Un toque.
Bancá.
Ahí viene.
Va a sonar el timbre.
Ansiedad.
Expectación.
Lo prendo?
Mejor no.
Dale.
Vení.
No suena.
El belga no sabe.
Lo re voy a prender.
A la vuelta?
Posta?
Mmh...
Ya casi.
Al final no lo prendí.
Sigo esperando.
Escribo apurada.
Sonó.

lundi, mars 23, 2009

I

"El muchacho se fue. Había comido sin luz en la mesa. El viejo se quitó los pantalones y se fue a la cama a oscuras. Enrolló los pantalones para hacer una almohada, y puso el periódico dentro de ellos. Se envolvió en la frazada y se acostó sobre los periódicos que curbían los resortes de la cama.
Se durmió al poco rato y soñó con Africa cuando era muchacho, con las playas doradas y blancas, tan blancas que lastimaban los ojos, y con los altos cabos y las grandes montañas pardas. En esa costa vivía todas las noches y en sus sueños oía el bramido de las olas y veía llegar a los nativos en sus botes en medio de ellas. Olía la brea y las estopas de la cubierta al dormir y sentía el olor de Africa que la brisa de la tierra traía cada mañana.
Normalmente, al oler la brisa de la tierra despertaba y se vestía para despertar al muchacho. Esa noche el olor de la brisa de la tierra llegó muy temprano y en su sueño el viejo lo supo, así es que siguió soñando para ver los blancos picos de las islas que emergían del mar; después soñó con las distintas bahías y radas de las islas canarias.
Ya no soñaba con tormentas, ni mujeres, ni grandes peces, ni peleas, ni concursos de fuerza, ni con su esposa. Ahora sólo soñaba con lugares y con los leones en la playa, que jugaban como gatos jóvenes en el ocaso. Los amaba tanto como al muchacho. Nunca soñaba con el muchacho. Simplemente despertó, miró la luna por la puerta abierta, desenrolló sus pantalones y se los puso. Orinó afuera de la cabaña y después se fue por el camino para despertar al muchacho. Temblaba por el frío matinal. Pero sabía que con ese temblor se calentaría y que pronto estaría remando"
Ernest Hemingway (El Viejo y el Mar)

mercredi, novembre 05, 2008

Pavón al 1100

Ese edificio. Cada vez que lo veo. Es tan raro. Pavón al 1100. Tiene en la entrada un globo terráqueo muy poco terrenal. Y me hace sentir algo tan raro. Es evocación pero a la vez no sé qué es lo que evoco, entonces también es inseguridad, y extrañeza de que me pase eso, justo con ese edificio. Como extrañar algo que en su momento estuvo buenísimo. Re melancólico, Pero yo no sé qué es lo que estoy extrañanado. Apenas lo veo pienso en Sacapulco, o Cuba, o Cancún, no sé. La verdad es que de Cuba yi de Cancún tengo pocos recuerdos, y casi todos de noche. Y esto me pasa desde antes de conocer Acapulco. Como la fachada de esa mueblería que me hace acordar al restaurante italiano de Salvador de Bahía. Pero eso para mí que es que me causa gracia que lo que mejor recuerdo de Brasil es haber comida italiana.
Una vez otro edificio me dio la misma sensación, íbamos en un remis por Monte Chingolo, y estaba ahí, solito en el medio de un descampado, y con unas escaleras geniales. Re tropical.
Anoche cuando volvía para mi casa lo volví a ver, a través de una ventanilla. Todo el caribe resumido en una construcción vertical en Pavón al 1100. Lo ví y se me vino todo de nuevo, y soñé que te contaba todo esto, y también sobre la casa esa con la que en una época soñaba todas las noches.
Era algo así: yo estaba en una habitación, un cuarto en una casa, en la planta alta, que por momentos daba la sensación de ser la torra de un castillo. Había muchas ventanas, todas con cortinas rosa viejo, y yofuera de foco alcanzaba a ver mis pies y una alfombra color borgoña. Afuera estaba como para llover, y yo en la esquina venía pasar un perro sucio y viejo. Y en seguida reconocóa todo: la esquina donde me esperaba mi abuela a la salida del jardín, las ventanas de la casa desde afuera, que parece haberse hecho en otro lado y por coincidencia caído acá. Desde esa época que es mi casa favorita en el mundo, aunque sea estúpido y surreal. Y cada vez que me la cruza mje da esa cosa como melancolía, y me pongo triste, pero al toque no porque sería ridículo. Igual no puedo parar de pensar en el edificio celeste del globo terráqueo, eh.

jeudi, août 14, 2008

Pan duro

Al dorso del peor de los vicios
y la más cruel de las mentiras,
nacen cosas que jamás hubiera esperado.

Como un parto prematuro y sorpresivo,
que aunque quisiera traer vida y alegría,
termina dejando pan duro.
Agrio, incomible;
una mierda.

Pero, al fin y al cabo, viene.
Y la última vez que vino fue como viento,
una pala tentativa,
en pos de mover algo en vos.

lundi, juin 02, 2008

Tren II (o tres, no me acuerdo)

Me gusta cuando el tren va por arriba y podés ver la avenida toda llena de autitos como los del escalectric, me hace acordar a eso exactamente, pero sin control remoto. Si hay sol es mejor porque te pega en la cara y es casi como dormirse de a poquito, y despertarse en constitución y comprar chipa, pero cuando llueve es lindo también, va más lento porque sino resbala por las vías, lástima que el chipa esté medio baboso. Claro, es clave ir sentado, y del lado de la ventanilla. Ir sentado del lado del pasillo es parecido pero con ciertas variaciones (los golpes, los gritos de vendedores ambulantes en la oreja, la inevitable distracción del que está del lado de la ventanilla y te pide que te corras para pasar), a mí me gusta más la ventanilla. Del avión también, siempre intercambio opiniones con algún miembro de mi familia para ir del lado de la ventanilla. Ir parado ni da, es aburrido y poco práctico. Aunque nos queda una última opción en la cual hay que animarse a apoyar el culo en el piso. Y acá hago un asterisco hacia una entrada vieja ya que habla también de un tren y un desmayo público (pero van a tener que encontrarla en los abismos de la internet).
A veces me siento medio pelotuda con eso, pero la razón principal por la que me gusta leer en el tren -siempre hacia consitución, sino me paso- es porque me distraigo. O sea, me gusta la falta de concentración, a pesar de lo mucho que me interesa el libro en cuestión. No sé, me gusta.
Lo que no me gusta es estar notando como esa manchita en la hoja, el mosquito reventado en el monitor, la gotita de esmalte en el teclado que se materializa, en este caso y en muchos otros, como una suerte de influencia en el expresarse propio que más allá de su deformación natural e inevitable también absorve mucho, pero mejor me callo porque después paranoiqueo sola y eso me aburre. Ojo, también me doy cuenta que como escribía antes hace un tiempo no me gustaba y ahora no me molesta, o sea, yo no me compraría un libro, y calculo que nadie que llegue a leer esto lo haría tampoco, pero antes me daban ganas de borrarme de la internet y ahora ya no tanto, no me pica, ponele. Uy, las ganas que tenía de hacer esto. Me desvié un poco, ¿no? Es que mientras voy leyendo cosas viejas de acá mismo y digo yo, no, nena, qué forma de robarle a Sábato a veces, igual lo que le robé tuvo la decencia de ser exactamente lo contrario a lo que le roban todos, y por suerte no soy uno de esos giles que le roban descaradamente a Cortázar, qué manga de pelotudos la verdad, dándose chapa porque lo llaman "Julito", me caen mal, loco, me caen mal.
De cualquier forma, yo quería citar a Guada que una vez me dejó un mensaje acá en este cosito: "poeta maldita
o puta bendita
son duras cajitas"
A mí me re gustó eso, no sé, yo por las dudas aclaro que no me considero maldita, ni poeta ya que vamos al caso.

lundi, avril 21, 2008

Lapins

Deux lapins qui passent,
qui suivent ce nuage.
Celui, la plus sec.

Et ça sécheresse
forme un petite étang,
oú je suis la grenouille.

Mais pas des bisous,
que tu n'es pas la princesse.

'Dépêche-toi', diront les lapins.

samedi, février 16, 2008

No puedo, es un automatismo absolutamente enervante e incontrolable: no hay forma de que pase el segundo verso de la segunda estrofa sin llorar. En cuanto pasa por mi garganta la B de blind, le sigue una pelota de esa especie de agua salada que debería salir por los ojos pero a mí hasta se me chorrea por los dedos. Eso, y después la cuarta estrofa que es como un cachetazo a la integridad, el pensar en vos llegando con el sol me desarma y ya ni siquiera puedo ver. Lo peor viene una vez que termina, de repente se me hincha la cabeza con imágenes que acarician y patean a la vez, y esa tracción incontenible que me repite al oído que lo único que tengo que hacer es encontrarte, llegar, despertarte, besarte y ahí me voy a despertar yo y te voy a ver, como si fuera la tuya la primer cara que vi en mi vida, completamente ajena pero lo suficientemente cerca como para conseguir sentirla propia, y a fuerza de esas oleadas de armonía corporal y espiritual combinadas después es todo terso, una frazada gigante y que me abrigue hasta el aire que te sale de la boca, a veces vale tanto la pena volverse loca, más allá de que me vuelva loca en serio y después no me quieras más, todo esto vale tanto, todo lo que se hace y lo que se quiere, y no digo que vale la pena porque al final se me resume en que no es pena si trae cosas buenas, y que aunque para vos no signifique lo mismo yo sí estoy enamorada y no es algo que se haga y se deshaga todos los días, porque yo lo siento y me pasa y me sacude aún cuando ponés tu peor cara de culo o te molestás ante un intento de suscitarte ternura, que no es lo que más que quisiera provocarte pero a veces necesito una sonrisa o un beso y es lo único que tengo a mano, hasta en esos momentos se hace ver la línea constante que me cruza el pecho y te atraviesa.